Portinari
El día que no pueda conducir mi moto...
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- 31/01/2014 a las 13:45 (15153 Visitas)
Por no aburrir con detalles escabrosos, os diré que convivir con un 'narcomercial' que hace frecuentes visitas a Galicia, y no sólo por ver a la familia, no es fácil.
Entre los viajes suicidas como paquete (tenía mis huellas dactilares grabadas a fuego en el depósito de su Suzuki), las deudas con sus ‘proveedores’ y los brotes psicóticos que le daban, llegó un momento en que vivir al límite perdía todo el supuesto glamour, porque sabía que los dos íbamos a acabar o en una cuneta, o en una zanja o en la cárcel. Y no necesariamente por ese orden.
Los celos, las drogas y el alcohol no ayudaban. De sacar a Charly Tachuelas ni hablamos, porque estaba claro que si yo quería aprender a conducir era “para ligar por la M40”. De toda la vida, quién no lo hace.
Varios meses, gritos, vasos y puertas rotos después, el amigo desapareció. Literalmente. No dijo 'marcho a por tabaco', de hecho me besó como siempre a las siete de la mañana cuando me fui a trabajar y horas después se despidió 'de verdad' y para siempre con un mensaje whatsapp. ¡Olé ahí, ese valiente! (La versión larga es mucho más fea, pero sólo la cuento a partir de la quinta copa y hoy no es el día)
Lo duro no fue terminar cuatro años de tormentosa historia con un mensaje (que lo fue, coño, decir lo contrario es mentir): sino pensar cómo sacar mi Charly Tachuelas del garaje y cambiar de residencia en 24 horas. Porque, evidentemente, tenía que hacer las maletas y desaparecer, no fuera a cambiar de idea y volver a por mí. En menos de 24 horas perdía al churry y mi casa. Un mes después sería el curro. En otra vida debí de ser una hijadelagranputa, porque el karma se está poniendo las botas conmigo en ésta...
Como os decía: el mayor problema de logística era cambiar de lugar a Charly Tachuelas. Tres años con mi moto y de repente me di cuenta de que SEGUÍA SIN SABER CONDUCIR. Suerte que tengo un hermano pequeño, un superhéroe, que había hecho enduro en sus tiempos mozos y se ofreció a cambiar de sitio mi moto.
No fue muy lejos.
- "Nena, no te agobies, pero hay que llevar la moto al taller".
- "¿Y eso? ¡Pero si está nueva!"
- "Pues los frenos no funcionan. ¿No puede ser que este energúmeno le hiciera algo antes de irse?"
Silencio.
Qué puedes decir a eso. Nada: te mueres de la vergüenza y la pena.
Decidí no llevarla al taller, porque oír la verdad habría sido mucho más doloroso. Las putadas, de una en una. Guardé a Charly Tachuelas en otro garaje, la cubrí con una funda, protegí con un cepo y la puse a la venta, señalando que necesitaba una revisión. No volví a mirarla.
¿Os suena la frase de “El día que no pueda conducir mi moto, cerraré los ojos y me dejaré morir”?
Los cojones. Lo intenté durante el siguiente año y no funcionó. Probad a hacerlo.
Uno no se muere cuando quiere, sino cuando puede.
Y por lo visto, no era mi momento.
(Continuará)
Imagen: Mi gran hermano pequeño, que hace de mayor muchas veces, con Charly.