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Ayer cayó agua en la sierra con ganas. Castigado sin salir.
Hoy, cuando el sol ya calentaba menos, tocaba. Sin rumbo, a pasear.
Al llegar a Guadalix de la Sierra cafetito y camino a Miraflores. El camino umbrío, carretera estrecha, entre árboles.
Allí, dirección Puerto de la Morcuera. Al llegar arriba el sol se ponía. El cielo, antes azul, ha comenzado a enrojecer. El viento en la cara, olor a tierra mojada. La parada para ver la puesta de sol ha sido obligatoria.
Pensaba echar un cigarro. Al final han sido unos cuantos. En silencio, sentado disfrutando del paisaje. Mirando lejos.
Bajada fantástica. Con esa sensación satisfactoria de soledad deseada. Vistas al pequeño pantano, y a Pinilla del Valle a sus pies.
Frescor en la cara al pasar cerca de cada riachuelo.
Llegada a Rascafría. Frío.
Subida lenta hacia Cotos por la carreterita que serpentea entre los pinos de Valsaín. ¡Dios, cómo huele! A piña, a madera, a bosque.
Voy sin prisa, aunque mi culona quiere más. Ella siempre quiere más. Sube alegre por muy baja de vueltas que esté en cuanto se lo pido. Voy despacio, pero me va a faltar carretera si tú me lo pides, me dice.
Llego a Navacerrada. Pues será agosto, pero hace un frío de cojones. Parada, otro cigarrito. Me quito los guantes. Tengo las manos heladas. Las acerco a la culona. Yo te caliento, me ha vuelto a decir.
Bajada desde Navacerrada hacia casa, ya estamos cerca.
No hay fotos de esta ruta, pero es que tampoco quiere ser una crónica rutera. Había hecho este camino varias veces y creo que no lo había disfrutado tanto. Es sólo contarle a alguien cómo me lo he pasado y la sonrisa idiota con la que he llegado a casa sin tener muy claro por qué. O quizá sí.
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