Nazarenos 2017.
Esta ruta, exigente, nace del deseo de repetir algo parecido a Penitentes 2016, dura prueba de resistencia que recorre unos 900 Km. de retorcidas carreteras en el Pirineos, y que tanto disfrutamos (multas incluidas) no sin esfuerzo, a los que acudimos a la misma el año pasado.
Bien pensado y sin necesidad de tan largo desplazamiento para asistir a la misma, y con un elevado presupuesto sobre añadido, que mejor que celebrar una similar prueba de resistencia por nuestra cuenta. Penitentes nace de la idea de unos locos que a modo de penitencia ponen a prueba el aguante de sus pilotos, y Nazarenos, de los flagelados que coincidiendo con S. Santa (mas o menos) sufren lo suyo, pero que por una inoportuna enfermedad familiar tuvimos que posponer hasta ahora, y que por cierto aumento su dureza si sumamos al esfuerzo de su sinuosa trazada, el calor reinante.
Total, que convocados la mañana del día 24 de junio salimos en tropel, Adams, Pipe, Kermit, Pepperoni, Teki, Rufino (nuevo en la plaza) Templado, y un servidor. La ruta busca los recorridos más duros y sinuosos de la Sierra Norte de Madrid, incluyendo el mítico paso de la Gran Muralla, carretera de cemento de irregular firme y vertiginosas rampas de exigente conducción, para concluir en la serranía media de Cuenca. Los kilómetros pueden no parecer muchos, pero la conducción no permite el más mínimo descanso curvas tras curvas entre bostas de vaca, y mas de un agujero sobre el asfalto.
Antes de llegar a la Hiruela tenemos el primer percance del recorrido. La maleta derecha de Teki sale disparada a modo de alerón en un gran premio como consecuencia de ir mal anclada. Recuperamos la maleta de fibra con algunos daños estructurales, y rápidamente nuestra querida rana la apaña en su lugar. Un bocadillo de chorizo o panceta nos facilita recuperar las fuerzas perdidas en Tamajón, no sin antes sufrir más de un susto por el deslizamiento de las ruedas traseras en algunas curvas como consecuencia de un reblandecido y desgastado asfalto. “Cuidado cuando veas brillar el asfalto”. A continuación del refrigerio la ruta continua siempre por solitarias carreteras locales hasta jadraque. ahora les toca el turno de reportaje a nuestras sportster.
Ruta cómoda hasta Brihuega donde nos espera nuevas carreteras retorcidas, y paisajes castellanos de gran riqueza cromática entre cultivos de lavanda que no podemos admirar. Más sufrimiento y calor, que poco después se ve recompensado por la sorpresa que tenia reservada en un chiringuito playero (pero sin playa) a la orilla de un riachuelo en gárgoles de Abajo. Risas, anécdotas, mucha cerveza y una suculenta paella (temeroso estaba sabiendo que la cocinera era Rumana) que casi me obliga a utilizar la picana eléctrica para levantar a tan perezosa tropa y proseguir la ruta.
Entramos por una rapidísima carretera de curvas bien peraltadas, donde por supuesto la recta más larga no media más de 300 metros, y nos adentramos en la serranía de Cuenca, nuevos paisajes, bosques eternos de pinos, y un reconfortante Río Escabas donde mitigar el calor. Alguno se zambullo en bolas, así que espero que no aparezcan fotos del evento, mas que nada por lo esmirriado de los atributos de su titular.
La ruta prosigue curva tras curva, entre frondosos bosques que arrinconan los márgenes del asfalto hasta Beteta, final de la primera etapa. En total unas 12 horas hasta llegar.
De la cena que puedo decir, chuletones de a kilo, viandas elaboradas con productos locales, y todo bien regado como se merece. Total, que mi intención de continuar con una “nocturna” hubo que suspenderse ante el riesgo de amotinamiento de la tropa.
La ruta se reinicia el domingo adentrándonos en lo más profundo de la serranía por antiguas pistas forestales ahora someramente asfaltadas hacia la Reserva del Hosquillo, dirección Cuenca capital. La descripción de esta primera parte la dejo para los compañeros que quieran aportar sus comentarios, pues si empiezo a contaros algo sobre la belleza del paisaje, pista encajonada entre farallones de recia caliza, pasos excavados a modo de túneles, cantarines riachuelos, ciervos y ardillas que huían despavoridos a nuestro paso, y alguna que otra ninfa que me pareció entrever escondida tras centenarios pinos, vais a pensar que soy un exagerado, así que sea otro quien describa esta parte. Un pequeño despiste por la mala confección del rutómetro nos hace dudar mas adelante, que rápidamente se solventa y vuelta de nuevo dirección a Beteta, no sin antes sorprendernos al descubrir gente escalando la inaugurada vía ferrata en las altas cárcavas de la Hoz de Beteta. Pocas paradas, las justas para recargar gasolina, y una poderosa hamburguesa nos espera en el bar motero de El Pozo de Guadalajara.
No quiero terminar sin manifestar mi admiración hacia los pilotos de las jarlys, recias máquinas que tanto esfuerzo exigen por estas carreteras absolutamente inadecuadas al espíritu de la marca, y que decir de Pepperoni, mandos avanzado y atillo a la zaga, o nuestra rana que sin ninguna queja (bueno, alguna sí por el ritmo impuesto) fueron capaces de completar el recorrido.
El año que viene mas.