Joer, cómo molan.
Gracias Orgaz por enredarnos.
Aquí va el mío.
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-Maldita sea. Alan ya estará todo ciego. Él y los demás.-
Y es que ya era muy tarde, se lamentaba Holden.
Se había echado la noche encima y aún quedaban muchos kilómetros para llegar. La bajada de grados que trajo el ocaso indicaba que si se retrasaba mucho más seguramente podría encontrar hielo.
-Estar esperando por Carter tanto tiempo no ha sido buena idea. Él sabe el camino de sobra.-
Eso era lo hablado.
Si a la hora acordada alguno no aparecía, el otro debía seguir el camino en solitario, pero Holden esperó un par de horas porque sabía que Carter podía haber tenido algún contratiempo que lo retrasara un poco. Su vieja moto y el escaso mantenimiento y cariño de le daba le solían dar alguna sorpresa cuando viajaba.
Ahora no podía hacer nada más que concentrase en la carretera y esperar que no saliera ningún animal a su paso.
Hacía un buen rato que había dejado la carretera principal y circulaba por una secundaria bien revirada entre la arboleda. Antes de que la luz del sol desapareciera por completo se había fijado que el asfalto estaba seco y era el típico de zonas de montaña, con buen agarre aunque un poco destrozado por los duros inviernos.
No había nadie más circulando a esas horas. La poca gente de la zona ya estaba en sus hogares, al resguardo de la fría noche que estaba cayendo.
Ajustó su velocidad para ver bien los detalles de la carretera y evitar llevarse algún susto. Lo último que quería era tener que intentar esquivar un bache o una alimaña nocturna. Tal como estaba de aterido seguro que no sería capaz de reaccionar a tiempo para hacer ninguna maniobra segura.
-Cuando llegue no me pienso mover de la hoguera hasta que se me churrasquen las pestañas.- Pensaba, apretando los dientes.
Un solitario coche con el que se cruzó le dejó titilantes luces en las retinas durante un buen rato. Se lo encontró de frente en una curva a izquierdas con las largas puestas.
Igual que un insecto que va hacia la luz, no pudo evitar mirar directamente a los cegadores focos. Eso le costó perder la trazada y casi salir recto. La fatiga se acumulaba y no había notado que venía un coche de frente.
Desde entonces rodó en tensión. Con las pulsaciones bien altas y la respiración agitada. Si dejaba de apretar la mandíbula, le castañeaban los dientes.
Allá donde mirara parecía encontrar un gupo de luces. Por delante, parecía venir algún vehículo de lo lejos. Por los retrovisores, algún otro que se le acercaba.
Menos mal que ya estaba llegando. Acababa de pasar la señal que indicaba que le quedaban trece kilómetros para llegar. No tardó en divisar a lo lejos, entre los árboles, según las curvas cambiaban la orientación, las luces del pequeño pueblo que está justo antes del camping.
A altas horas de la noche, con todos ya muy borrachos, llegaba Carter a la concentra. El fallo en la bomba del aceite era intermitente y nada grave, y aunque le llevó mucho tiempo dar con ello pudo reanudar el viaje tras asegurarse que todo iría bien y no iba a quedarse sin presión.
Nada más llegar fue directamente a la hoguera, donde aún quedaba unos pocos y bebió con ansiedad hasta bien entrada la madrugada. Viajar solo no le gustaba nada.
Por la mañana, con el sol ya bien alto y cuando su cabeza dejó de amenazar con explotar, logró ponerse en pie y dirigirse al bar para tomar un café y un bocado y de paso explicarle a Holden lo que la puta bomba le había hecho a mitad de camino.
Aquella noche Holden no llegó a encontrarse con sus amigos. Nunca apareció.
Y desde hace ya seis años, las frías noches de invierno, cuando la poca gente de la zona se resguarda en sus hogares, algún sorprendido viajero que circula por la secundaria dice haberse cruzado con una moto de frente en una de las curvas.