Andaba el asno ofendido por la injusticia sufrida y, quejándose al Consejo del Campo, éste, tras intensa meditación, graciosamente le señaló que no se preocupara, que tan Alto Tribunal aceptaba su disculpa. -¡Pero si no me disculpo!- se quejaba el asno, -¡Os digo que se ha cometido una injusticia contra mí!, ¡He sido insultado y azotado con el látigo del desdén y nada hice para recibir tal trato!- Y el Consejo resolvió proclamar a los cuatro vientos la inocencia del asno, aceptar su disculpa y dejarle marchar en paz, abriéndole las puertas del Consejo y cerrándolas deprisa tras su salida. Para qué buscar la justicia, si la paz basta. Haya paz y tiemble luego el mundo hasta resquebrajar su cimiento.