o "Confesiones de un eRRRero (sin H) caminando hacia el lado oscuro".

Los primeros kilómetros fueron demenciales. No encontraba dónde se ponían los pies, ni el freno trasero, para qué negarlo. El sutil toque de freno delantero con dos dedos era inútil. ¿Tenía frenos? ¿Cómo iba a meterla en curvas tan culona y con esa distancia entre ejes?

Pensé que el meneo al que venía sometido cuando estaba sentado con el motor en marcha me iba a batir los huevos.

Pero continué haciendo unos kilómetros. Y las sensaciones fueron cambiando. La posición era mucho más cómoda que la que acostumbraba. La frenada combinada atrás/alante (progresiva pero sin complejos) funcionaba mucho, pero mucho mejor de lo que esperaba. La culona entraba en curvas con una fluidez sorprendente trasmitiendo una sensación segura y estable como si fuera en un tren por railes. Aquello empezaba a tener su punto.

Rasqué, lo confieso, con el avisador izquierdo en la segunda glorieta pero empezaba a divertirme.

El motor que apenas unos minutos antes me parecía tosco y gruñón, comenzaba a contarme cosas. No podía correr una vez metido en la A6 para acercarme a la sierra, cierto, ni malditas las ganas.

Cuando salí por Torrelodones para seguir acercándome a la sierra por la M-510 (siempre me han aburrido mucho las autopistas) comenzó la auténtica diversión. Cómoda, mucho más ágil de lo que esperaba, buena respuesta... hasta el viento -acostumbrado a motos carenadas hasta las cejas- me resultó agradable.

Pues eso, que me estoy enamorando, creo. No se lo digáis a mi mujer

Ala, va la foto de rigor, por aquello del famoso "no foto no moto". Espero que sepáis disculpar la calidad de la misma, hecha en tres minutos y procesada en otros tres. Pero es que dispongo de poco tiempo desde ayer, tengo mucha sierra que re-rodar

A ver si encuentro unas colas que me convenzan y comienzo a meterle mano poco a poco -si se deja-

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